Pieza muy temprana en la producción artística de Pérez Contel. Representa de modo muy esquemático una sencilla composición consistente en dos jinetes, uno a lomos de su caballo con la espalda erguida y el otro en actitud de montar apoyando las manos en la grupa del animal y la rodilla izquierda flexionada. Se trata de figuras completamente despersonalizadas, arquetípicas, sin rasgos ni rostros, al igual que ocurre con los equinos que se nos muestran prácticamente estáticos. Son seres primordiales, indefinibles, sin detalle ni matiz. El paisaje es inexistente, las figuras gravitan en un espacio vacío en el que unas simples marcas rápidas con el lápiz en la parte inferior sirven para situarlas. El color, terroso y ocre, neutro y plano, sólo se complementa con el trazo del lápiz que a partir de líneas en puntos estratégicos contribuye a proporcionar pequeños toques de sombreado.