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En esta obra Vostell integra elementos o imágenes provenientes del ritual o producción de un happening titulado Regen (Lluvia), que proponía una acción de recreación o paráfrasis en torno a la pintura mitológica Dánae recibiendo la lluvia de oro de Tiziano y, por extensión, de la Venus de Urbino.
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La obra presenta una parte inferior, a la que se han añadido figuras y objetos que aluden a realidades concretas como la sequedad de las llanuras de la comarca extremeña la superior, ocupada por una lámina de cobre, materializa la impresión metálica y abrasadora del cielo del estío, época en la que la visitó Vostell. El conjunto ofrece un atractivo trabajo de texturas, reflejos e irisaciones con los que se traduce el convulso paisaje en el que el hombre descarna sus miserias y esperanzas.
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El cuadro está pintado sobre un lienzo teñido de color, donde unos contornos figurativos encierran superficies en las que el cemento, trasladado ahora a la paleta, es utilizado como pigmento cromático y textura, conformando unos bloques –en la línea de la técnica del betonage usada por el artista en otras obras– que acaban por evocar el rostro o los miembros de la figura de la mujer. El resultado tiene algo de escultórico, de monumental, incluso.
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La obra refleja dos masas laterales de una multitude informe, cuyos rostros adoptan formas sólidas, constructivas, con ojos desorbitados que se fijan hipnóticamente en una cabeza flotante que ocupa el centro de la obra. Esta cabeza parece concentrar la energía ancestral y vitalista de un rito festivo. Las formas, en cualquier caso, especialmente las que aluden al gentío de la romería, se entremezclan en un complejo magma.
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