6. Autoridades

Como suele ser ocurrir ante la aparición de una epidemia, las autoridades municipales, provinciales o estatales admitieron tardíamente, cuando ya era demasiado evidente la existencia de una epidemia o de un nuevo brote epidémico,  e inmediatamente trataron de calmar a la población.

Además, el desarrollo de una epidemia se comporta como un corte transversal de la sociedad en la que asienta. Así, la gripe de 1918 actuó revelando un número importante de carencias y problemas existentes, que generaron un fuerte debate y, en algún caso, la propuesta de soluciones, generalmente no materializadas.

Entre las medidas adoptadas a nivel local y provincial figuraron el refuerzo de la asistencia sanitaria, la mejora de las condiciones higiénico-sanitarias de las distintas ciudades y pueblos y la corrección de los efectos de la crisis de subsistencias, escasez y carestía de medicamentos. Junto a ellas se tomaron otras como el cierre de centros docentes públicos, fuertemente criticado por cuanto dicha medida no afectaba a los centros privados ni a teatros, cafés o iglesias y por no guardar relación con la información facilitada sobre el modo de transmisión de la gripe.

A nivel gubernativo la demora en admitir la existencia de la epidemia y la inacción duraron más tiempo. Se generaron importantes debates en el Congreso y en el Senado, donde se discutió sobre la situación y las medidas a adoptar, que incluyeron la dotación de créditos para atender a las necesidades más urgentes para mitigar los efectos de la gripe de 1918, pero también la propuesta y el debate de medidas legislativas que buscaban corregir el retraso sanitario existente en España en el momento de desarrollarse la pandemia. En esta tarea hubo un destacado papel de un grupo de médicos comprometidos con la modernización sanitaria y social.

Aunque la mayoría de las propuestas legislativas no salieron adelante, actuaron como revulsivo y facilitaron algunas mejoras posteriores.